martes, 20 de diciembre de 2011

"Los Girasoles Ciegos"



El leer "Los girasoles ciegos" ha hecho brotar en mi un sin fin de sentimientos,desde la rabia,la impotencia y la tristeza,hasta la esperanza de saber que al recomendarnos estos libros nos animan a no olvidar algo que dejó tanto dolor entre nosotros.

Más allá de los ideales que cada cual poseamos,creo que debería ser común el sentimiento de pérdida y derrota ante los hechos que con la guerra y la posguerra se sucedieron.
Yo no creo en los caídos por España,solo creo en muertes que se contaron por miles y en infinidad de familias destrozadas.
No creo en el orden militar,sino en el miedo.Miedo que salía por cada poro de la piel,en las miradas inquietas,en los
suspiros contenidos y en el terror que producía incluso pronunciar un pensamiento para uno mismo.
No creo en el desarrollo de España,sino en tiempos de hambre y pobreza.

Yo he tenido la suerte de vivir en una época muy diferente.Pero eso no me hace insensible a las atrocidades que se cometieron.Y aun no logro entender que le ocurrió al mundo para que desde los nazis en Alemania o los fascistas italianos se colara en España el mismo sentimiento de que la vida humana no valía nada.
Las personas ya no eran personas, carecían de pensamiento y por tanto de identidad.
En cualquier momento podían entrar en tu casa y llevarse  a tu padre,a tu hijo o al amor de tu vida.Juzgarlo por creer demasiado alto en la libertad y pasar a formar parte de una fila de condenados y posteriormente de una fosa común.Lugar donde se enterraron miles de ilusiones,de sueños,de talentos,de planes de futuro y de recuerdos de tiempos mejores.

No alcanzo a imaginar el horror que debía suponer que para defender tus ideales tuvieras que desear la muerte al que pensara contrario a ti.Tal y como se expresa en el libro "Matar o morir".
Y aun menos me imagino a aquellos que ,carentes de una mayor ideología que la de poder vivir para alimentar a sus familias,fueron obligados a asesinar a sus opuestos,a los que ni siquiera podría llamárseles de este modo.

La guerra civil y la posterior dictadura tiñeron la sociedad española del color de la represión,la cesura y las almas rotas.Del color del miedo.

Miedo cuyo rastro débilmente perdura hasta hoy.
No hace mucho tiempo el juez Garzón pidió que se permitiese abrir las fosas comunes para destapar la verdad y dar la oportunidad a los familiares de velar por sus fallecidos en un lugar digno.
No solo esta medida no fue aprobada sino que se tomaron duras represalias contra este juez.

No podemos permitir que el miedo siga impidiéndonos demostrar la verdad.No para abrir las heridas ni alimentar el rencor,sino para hacer madurar a la sociedad;ya que solo recordando y haciendo saber a las nuevas generaciones lo que pasó, podrá evitarse que vuelva a ocurrir en el futuro.
Desde siempre el ser humano se ha servido de la violencia y la barbarie para imponer su voluntad sobre la del resto.Prueba de ello son los múltiples conflictos que inundan los medios de comunicación.

Es por esto por lo que debemos defender la fuerza del diálogo,el Estado de Derecho y el Régimen Democrático,para que la voz de la población civil sea siempre el poder supremo.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Yo tengo un ángel.


Como cada año, tu imagen vuelve a mí. No más que un día cualquiera ni de una forma diferente.
Después de tres años tengo la impresión de que han pasado treinta.
Recuerdo nuestros juegos y nuestras risas como algo inmensamente lejano. Aún cuando voy por la calle recuerdo algunas de nuestras canciones, o de nuestros chistes. Algunos lugares están marcados, lugares que recorrí llorando una y otra vez y que ahora solo me hacen sonreír.

La gente suele decirte que cuando te pasa algo tan horrible hace que te hagas más fuerte. Sinceramente no creo que sea del tipo de persona que crece a base de palos en la vida.
Estoy convencida de que si se me volviese a morir mi mejor amigo, mi mundo volvería a derrumbarse. 
No creo que reaccionara de forma diferente.
Pero eso es imposible, porque nadie ocupo tu lugar cuando te fuiste. No he encontrado a nadie que anteponga una amistad a los sentimientos que guarde detrás. No he vuelto a encontrar a nadie que anteponga mi felicidad a la suya propia. Porque tu querías que estuviese con él, aun sabiendo que no podrías soportarlo. Y lo conseguiste.

Para la cabeza de una niña de catorce años es imposible asimilar que un segundo cambie tantas vidas de golpe. Algo tan insignificante como un segundo hace que te sientas inmensamente impotente.
Si para una niña de catorce años es difícil, para alguien tan escéptica y racional como yo lo fue mucho más.
Yo no creía a la gente cuando me consolaba hablándome del cielo, de un lugar mejor o de que volvería a verte.
Por más que me esforzaba siempre me ganaba la razón. Supongo que es uno de los inconvenientes que tiene estar en contra de la religión; que por mucho que lo intentes no consigues creer en dios.

Pero cuando pasa el tiempo y ves que el mundo no se detiene por nada ni por nadie, no queda otro remedio que seguir adelante.

En tres años la evolución de la cabeza de una niña de catorce se multiplica por cien. En mi caso fue por un millón.
Estoy segura de que si volvieses ahora y me escucharas hablar no sabrás ni quien soy.

Después de todo este tiempo he entendido que los ángeles no tienen alas, que el cielo sigue sin existir y que probablemente no vuelva a verte jamás. Pero ya no me importa, porque después de todo este tiempo he entendido que nunca te has ido, que has estado dentro de mí, en mi cabeza, en mi manera de actuar. Porque cuando una persona te llega de verdad toca algo en tu cerebro. Te quedas con pequeñas cosas de esa persona que pasan a ser tuyas. Momentos en los que aprendiste algo, situaciones que te hicieron pensar, manías que te hicieron reír…
Son pedacitos de esa persona que adoptas casi sin darte cuenta y forman parte de ti. Apareciendo en cualquier momento, en un refrán que se te escapa o en alguna frase que solía decir.

Porque los ángeles están por encima de cualquier magnitud de espacio o tiempo y porque hay sentimientos que te unen a otras personas que están por encima de cualquier distancia por infinita que parezca o llegue a ser.