jueves, 8 de diciembre de 2011

Yo tengo un ángel.


Como cada año, tu imagen vuelve a mí. No más que un día cualquiera ni de una forma diferente.
Después de tres años tengo la impresión de que han pasado treinta.
Recuerdo nuestros juegos y nuestras risas como algo inmensamente lejano. Aún cuando voy por la calle recuerdo algunas de nuestras canciones, o de nuestros chistes. Algunos lugares están marcados, lugares que recorrí llorando una y otra vez y que ahora solo me hacen sonreír.

La gente suele decirte que cuando te pasa algo tan horrible hace que te hagas más fuerte. Sinceramente no creo que sea del tipo de persona que crece a base de palos en la vida.
Estoy convencida de que si se me volviese a morir mi mejor amigo, mi mundo volvería a derrumbarse. 
No creo que reaccionara de forma diferente.
Pero eso es imposible, porque nadie ocupo tu lugar cuando te fuiste. No he encontrado a nadie que anteponga una amistad a los sentimientos que guarde detrás. No he vuelto a encontrar a nadie que anteponga mi felicidad a la suya propia. Porque tu querías que estuviese con él, aun sabiendo que no podrías soportarlo. Y lo conseguiste.

Para la cabeza de una niña de catorce años es imposible asimilar que un segundo cambie tantas vidas de golpe. Algo tan insignificante como un segundo hace que te sientas inmensamente impotente.
Si para una niña de catorce años es difícil, para alguien tan escéptica y racional como yo lo fue mucho más.
Yo no creía a la gente cuando me consolaba hablándome del cielo, de un lugar mejor o de que volvería a verte.
Por más que me esforzaba siempre me ganaba la razón. Supongo que es uno de los inconvenientes que tiene estar en contra de la religión; que por mucho que lo intentes no consigues creer en dios.

Pero cuando pasa el tiempo y ves que el mundo no se detiene por nada ni por nadie, no queda otro remedio que seguir adelante.

En tres años la evolución de la cabeza de una niña de catorce se multiplica por cien. En mi caso fue por un millón.
Estoy segura de que si volvieses ahora y me escucharas hablar no sabrás ni quien soy.

Después de todo este tiempo he entendido que los ángeles no tienen alas, que el cielo sigue sin existir y que probablemente no vuelva a verte jamás. Pero ya no me importa, porque después de todo este tiempo he entendido que nunca te has ido, que has estado dentro de mí, en mi cabeza, en mi manera de actuar. Porque cuando una persona te llega de verdad toca algo en tu cerebro. Te quedas con pequeñas cosas de esa persona que pasan a ser tuyas. Momentos en los que aprendiste algo, situaciones que te hicieron pensar, manías que te hicieron reír…
Son pedacitos de esa persona que adoptas casi sin darte cuenta y forman parte de ti. Apareciendo en cualquier momento, en un refrán que se te escapa o en alguna frase que solía decir.

Porque los ángeles están por encima de cualquier magnitud de espacio o tiempo y porque hay sentimientos que te unen a otras personas que están por encima de cualquier distancia por infinita que parezca o llegue a ser.

2 comentarios:

  1. Me gusta pensar que alguien como tu estuvo cerca suyo... estará siempre en nuestro caminar.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. hola Marina, tuvo mucha suerte en tenerte como amiga, si lo tenemos presente en nuestros pensamientos nunca se habra ido, me recomendarón tu blog, me alegra saber de ti, asi aun lo siento mas cerca, por que tu vives por los dos la vida con intensidad, te deseo lo mejor, y sigue siendo asi. eres todo una mujer.
      Un abrazo

      Eliminar