domingo, 5 de mayo de 2013

Los abuelos de la democracia.



La palabra Crisis es probablemente la más buscada en Google en los últimos años, y si no lo fuera podría manipular fácilmente alguna estadística para que así lo pensaseis. Al fin y al cabo nos lo hacen continuamente.
A mi parecer lo más preocupante de la situación actual no es la crisis en aspectos económicos, sino la crisis de identidad.

Durante decenas de años, nuestro país se ha ido librando de todos los sistemas represores que sometían a los ciudadanos y de esta forma nuestra sociedad ha ido evolucionando, liberando a las personas  y creando un Estado de Derecho que velaba por las necesidades humanas.
Sin embargo, aquel mes de julio de 1936 la barbarie se ponía sus botas de acero para pisar cualquier resquicio de progreso. Desde entonces el panorama español solo fue a peor, dando lugar a la mayor masacre que ha vivido nuestro país.

Años más tarde llegó la transición y con ella “los hijos de la democracia”.
Y ahí nos quedamos. En el año 75. Poniendo ocasionalmente parches a los grandes descosidos, pero permaneciendo anclados a aquel entonces, sin pararnos a pensar en que aquellos hijos de la democracia son ya nuestros padres.

Y aquí estamos nosotros, llamando democracia a un sistema que nos permite votar una vez cada cuatro años a unos grupos de representación ciudadana con unas listas preestablecidas que  se ampara en una Constitución de hace treintaicinco años, en el mejor de los casos.

Siendo testigos de cómo seis millones de personas están en paro, de cómo sacan a la fuerza a cientos de familias de sus casas porque no pueden pagar la hipoteca, de cómo nos recortan millones de euros en servicios de primera necesidad como la educación o la sanidad para rescatar a la Banca. De cómo la mano invisible de Adam Smith aprovecha la coyuntura económica y social para desproteger los derechos del trabajador; o de cómo nuestro presidente se esconde tras un cristal para dar ruedas de prensa en las que ni siquiera se aceptan las preguntas de los periodistas.

Ante esta situación  es completamente lógico que nuestro país atraviese esta crisis de identidad, cuando las propias personas que lo habitamos somos irrelevantes para cualquier tipo de decisión que nos concierne. ¿Qué es un país sin sus ciudadanos?


Por muchas nauseas que me provoquen las gaviotas del PP, no puedo señalarlas como causantes de la falta de humanidad que hoy dirige nuestras políticas. La situación actual es el resultado de un sistema obsoleto que no hace más que ocasionar problemas. El capitalismo tal y como lo conocemos es una maquinaria totalmente oxidada haciendo saltar chispas que ya prenden fuego a muchos de nuestros Derechos Humanos. Este sistema nos sirvió de gran ayuda y propició numerosos avances científicos y tecnológicos, pero a día de hoy está muerto.

Todo aquello en lo que creíamos se ha desmoronado, ocasionando una nube de polvo que no nos deja ver quien somos. Pero es por eso mismo por lo que considero que ha llegado el momento de hacer brotar algo nuevo, de dar un paso más en nuestra Historia y de dejar de ser los nietos de la democracia para convertirnos en los padres de una nueva revolución.