martes, 16 de septiembre de 2014

¿Podemos?


Hace algo más de un año compartí por primera vez un artículo de Pablo Iglesias llamado “¿España va bien? Váyanse a la mierda" después llegó Podemos y yo me mantuve expectante y con cierto escepticismo me limité a observar. En primer lugar me quedé fascinada al contemplar la atracción mediática que iba alcanzando y aun más la impresionante capacidad comunicativa de su líder. He sentido como se me erizaba la piel al escuchar a Pablo y he sonreído al televisor al ver como verbalizaba mis propios pensamientos. Identificaron a la mano invisible que oprimía al pueblo con sus intereses y lo denominaron Casta.  Voté a Podemos en las Europeas y con los resultados sentí que mi voto valió más que nunca. Entonces fue cuando el miedo cambió de bando. Los grandes partidos, las grandes empresas y los medios de comunicación financiados por estos otros dieron la señal de alarma. Aquellas reivindicaciones lanzadas al aire en las asambleas del 15M tres años atrás habían constituido las bases de una alternativa organizada y habían conseguido cinco escaños en Estrasburgo.



Fruto del miedo de los intereses políticos y financieros de esa casta se radicalizó el ataque contra Podemos usando como instrumento principal una supuesta alianza con el chavismo. Aunque honestamente no considero una ofensa que lo comparen con un líder político que consiguió sacar a un 70% de la población del analfabetismo y logró un crecimiento invariable en el índice de desarrollo humano durante ocho años, convirtiendo a Venezuela en el país con menos desigualdad de América Latina según datos de Naciones Unidas; en un sistema elegido democráticamente, repetidas veces y comprobado por observadores internacionales.


No obstante también considero que es preciso escuchar todas las voces para tener una información completa y una opinión solida. Y es por ello por lo que decidí hacer una reflexión más profunda sobre el programa electoral que aparece en su web, manteniendo como guía un pensamiento “Creo en Podemos pero ¿podemos?”. Y este ha sido el resultado: 



Creo en la necesidad de abrir un proceso constituyente que garantice los derechos sociales, creo en la necesidad de una educación y justicia gratuita, en un modelo de asistencia sanitaria público, de cobertura universal, equitativa y gratuita, con dotación presupuestaria prioritaria, creo necesaria una reducción de la partida presupuestaria destinada al gasto militar para destinarla al sector de la investigación.

También creo necesaria la creación de una banca pública a partir de las cajas de ahorros convertidas hoy en las entidades bancarias recapitalizadas con dinero público, que por tanto pertenece a todos los ciudadanos y ciudadanas. En regular las actividades especulativas de la banca de inversión, diferenciándola de la banca comercial. Y en dar garantía de flujo de crédito preferente hacía PYMES, cooperativas y autónomos, priorizando en aquellas empresas que se rijan por criterios de responsabilidad social, ética y medioambiental. E incluso en la recuperación del control público de los sectores de telecomunicaciones, transporte, sanitario, farmacéutico, los recursos hídricos y energéticos, realizando una auditoría rigurosa  del coste real del sector energético eléctrico para evitar las situaciones de abuso y competencia desleal.

Como ciudadana y estudiante de comunicación no podía estar más de acuerdo en la necesidad de independizar los medios de comunicación de los diferentes gobiernos y grandes grupos empresariales, con el fin de alcanzar una información honesta y veraz.

Aplaudo todas sus medidas referentes a medio ambiente incluyendo el plan de preservación de costas y espacios naturales, la expropiación de grandes fincas en desuso para la gestión comunal, la regulación de los precios de los productos agrícolas para evitar el empobrecimiento de los productores y por su puesto las leyes estatales de protección de los derechos de los animales, lo que conlleva la prohibición de la tauromaquia.  Y acepto íntegramente sus medidas relacionadas con la cooperación de los pueblos y su tratamiento para los conflictos del Sáhara, Palestina y los países del Tercer Mundo.

También agradezco que se camine hacia una política europea común que separe las actividades de todas las confesiones religiosas de las estructuras estatales. Y que se eliminen los privilegios fiscales de la Iglesia Católica.

Creo en todas estas medidas aun sabiendo que muchas de ellas serán de difícil aplicación, sin embargo hay otras de ellas, fundamentales, que me inquietan bastante más:

Creo absolutamente necesaria una redistribución equitativa del trabajo y la riqueza, y entiendo que para ello sea necesario establecer un salario máximo vinculado proporcionalmente al salario mínimo interprofesional;  y para asegurar la efectividad de esto, emprender una lucha real contra el fraude fiscal incluyendo una auditoría pública de la financiación de los partidos y acabando con la deslocalización de beneficios de las grandes empresas. Bien, dicho esto entiendo que estas medidas junto con una reforma progresiva del IRPF sean necesarias para financiar una renta básica para todos los ciudadanos y ciudadanas, que variaría en función de sus necesidades personales.

Esta propuesta me parece la más atrevida y probablemente la más necesaria. Pero poniendo toda mi fe en creer que se aplicará sin problema, me plantea un conflicto con otra de sus medidas: la inmigración. Y expresando de antemano que entiendo que nadie tiene el privilegio de nacer donde se nace y que la ciudadanía no puede depender de la renta, me pregunto si mantener la autorización de residencia y trabajo durante cinco años sin necesidad de cotización es la mejor manera de afrontar este problema. ¿Está España capacitada para acoger a personas que no coticen y que por tanto no aporten riqueza al país? ¿Tendrían derecho a una renta básica al igual que el resto de españoles? ¿Dónde estará el límite de acogida?

Por último destaco que estoy completamente de acuerdo con que el referéndum vinculante es una pieza clave para la participación democrática y que es la medida más efectiva de convertir en hechos la voluntad del pueblo, y por tanto entiendo que el primer caso que se plantea es la independencia de Cataluña y el País Vasco, y mi única pregunta al respecto es ¿Bajo qué condiciones?



Tratando de apartar estas dudas y otras que seguramente me aparecerán, después de esta detallada reflexión, llego a la conclusión de que debido a la gran ambición de su proyecto y a la delicadeza de muchos de sus apartados una legislatura no sería suficiente para comprobar la viabilidad de sus medidas. Pero aun así creo en Podemos, entre otras cosas porque considero que gracias a su forma de financiación no tiene miedo de atacar a quien realmente supone una amenaza. Y creo también que es muy peligroso fallar en sus propósitos, ya que está en juego la confianza de muchos votantes y el precio será volver al bipartidismo del que tratamos de huir. Es por esto por lo que pienso que manteniendo cierto grado de escepticismo y observación, necesitamos creer en Podemos, pero como una meta final, asumiendo que no será un proceso en absoluto sencillo pero aceptando que cualquier avance en su dirección será positivo.


lunes, 14 de julio de 2014

Si no aceptáis mis pecados, acataréis mis leyes.


Recuperando la temática del artículo De mujer a ministro, ha pasado ya casi un año desde que lo escribí, la ley no ha entrado en vigor aún, pero el anteproyecto sigue ahí.


Devolver a un país que tanto sufrió el nacionalcatolicismo una ley reaccionaria, con un 83% de la población en contra es como para que te tiemble el pulso.

Sabiendo que organizaciones de todo el mundo, incluidas agencias de la ONU,  han pedido que se frene esta ley y que las normas internacionales de derechos humanos reconocen que “el acceso a abortos legales y seguros es fundamental para el ejercicio efectivo de los derechos humanos de mujeres y jóvenes", no se cómo aun tienen la soberbia de mantener el anteproyecto ahí.


Bueno sí. Sí lo que lo se. Teniendo detrás a la industria de conciencias más grande que ha existido nunca, la Iglesia.

La Conferencia Episcopal se gastó el pasado año 150.000€ en la “Campaña por la Vida”. Como si de un producto más se tratase, y su objetivo fuera posicionarlo en la mente del consumidor. Aunque eso es precisamente lo que llevan haciendo durante años.

Siendo honesta conmigo misma tengo que admitir que más que rechazo, repugnancia o indignación, lo que le tengo a la religión es miedo. Pánico. Porque he visto cómo es capaz de llevarse por delante a poblaciones enteras.

La religión juega con lo más instintivo e irracional del ser humano, la fe. Y la Iglesia en nombre de la fe es capaz de hacer cualquier cosa. Y las personas de consentirlo.

La alienación que consigue con su falsa moral es capaz de destruir nuestros propios derechos. De imponernos la culpa, y de convertir nuestras libertades en pecados. Y óiganme, que me parece estupendo, que cada uno en su casa viva y sienta como quiera, pero a mi que no me toquen los ovarios.


Que usted señor Gallardón puede subirle la sotana a quien desee, pero a nosotras no nos venga con imposiciones medievales, ensuciando nuestra Declaración de Derechos Humanos con sus arcaicas creencias. ¿Cómo se atreve a cuestionar nuestra capacidad de decisión? ¿Nuestra responsabilidad y nuestra ética? 
Como si fuésemos estúpidas, inmaduras o peor aun, como si fuésemos crueles por naturaleza. ¿Acaso se cree usted en el derecho de decidir por nosotras en qué casos tenemos la obligación o no de ser madres? Haga el favor de guardarse el paternalismo en el bolsillo de la chaqueta y devuélvanos los veinte años de evolución de esta ley.

Y haga el favor también de dejar de señalarnos y de convertir en poco menos que asesinas a las mujeres que no se ven con la capacidad de sacar un hijo adelante, porque precisamente eso es salvar vidas. Pero no vidas en abstracto como ustedes juegan y filosofan con la palabra, sino vidas en concreto. Vidas de madres y padres que por cualquier circunstancia no tienen voluntad, capacidad o medios para mantener una vida ajena.

Y sabe usted igual que yo, que una mujer que desee abortar lo hará de igual manera y que lo único que va a conseguir es limitar el privilegio de un aborto sin riesgo a aquellos que puedan pagarlo y como consecuencia obligar a aquellas mujeres con escasos recursos a arriesgar su salud e incluso su vida.

Aparte la demagogia y sus medallas de salvador a un lado y cuéntele a Dios que ha hecho su gobierno para mejorar la vida de los que ya hemos nacido. Explíquele que han recortado ayudas de dependencia, educación y sanidad, que hay dos millones trescientos mil niños por debajo del umbral de la pobreza. Niños condenados a la exclusión social. Confiésese ante él y dígale a Dios honestamente qué vidas son las que está protegiendo.

Y después métase a cura o váyase al infierno pero no convierta sus pecados en delitos ni condene aún más a este país.




jueves, 10 de abril de 2014

Objetivo Tierra, objetivo vida.



La Agencia Europea de Medio Ambiente alertó el pasado año de que un 90% de la población urbana de Europa está expuesta a concentraciones contaminantes que son perjudiciales para la salud.

Este porcentaje podría no impactarnos a priori, pero tal vez la cosa cambie si contemplamos el efecto que tiene en las 400.000 personas que murieron de forma prematura a causa de ella  en 2010 en Europa. Es decir, más de 10 veces las muertes por accidentes de tráfico.

Ciudades como Madrid y Barcelona incumplen la legislación europea en cuanto a las emisiones de dióxido de nitrógeno que procede de los tubos de escape.
Pero lo cierto es que ni siquiera esta legislación es suficiente para proteger nuestra salud.

La Organización Mundial de la Salud ha actualizado recientemente su guía de 2005 sobre los efectos negativos de los contaminantes y ha revelando que son mucho peores de lo que se creía hace ocho años.
Sin embargo los límites que pone Bruselas a la exposición de contaminantes no son los recomendados por la OMS y la Comisión Europea parece estar haciendo oídos sordos al peligro que corre nuestra salud a causa de este problema.


Si comparamos las cifras de los últimos años nos damos cuenta de que se ha producido un descenso de las emisiones, lo cual podría llevarnos a pensar que se están tomando medidas al respecto. Pero lamentablemente no es así.

Si ahondamos en la investigación y analizamos la coyuntura socioeconómica llegamos a la verdadera razón de esta disminución. La respuesta la tenemos en la crisis económica que atraviesa España estos últimos años.

Como consecuencia de la crisis hay menos tráfico y menos actividad industrial. Lo que nos hace concluir que la reducción de la contaminación se ha producido por factores coyunturales y no por que se hayan tomado medidas para reducir el tráfico, las emisiones industriales o las calefacciones.

Por otro lado, aunque la contaminación haya disminuido, el problema sigue ahí. Ecologistas en Acción calcula que 7,7 millones de andaluces, el 92% de la población respira cada día más contaminación de la que recomienda la OMS.

Ante esta situación me preguntaba ¿No piensan las instituciones tomar medidas al respecto? E inmediatamente volvía a relacionar los conceptos de industria, contaminación y salud. El sistema se nutre de industrias, de decisiones de señores y señoras de traje que solo buscan la rentabilidad económica, y de instituciones que legislan a favor de estos. Nuestra salud se vende en las reducciones de costes de las empresas mientras ellas se hacen más fuertes.


Cuando las preocupaciones de un planeta giran en torno a cantidades monetarias resulta difícil no perder el norte. Pero lo cierto es que esas personas que toman las decisiones y esas otras que marcan los límites de emisiones, insuficientes para nuestra salud, respiran el mismo aire que todos los demás; y  que una cuenta corriente no hace inmune a nadie, por muy gorda que sea.

Dicho esto y teniendo presente todo lo anterior, no podemos perder de vista que es un buen momento para atajar el problema. Falta voluntad política, sí. Pero el camino se hace andando y somos muchas las personas comprometidas con nuestro planeta y nuestra salud.


Sabemos, por ejemplo, que los motores diesel emiten partículas que proporcionan un 50% más de riesgo de sufrir infartos cerebrales y accidentes cardiovasculares. Pero también sabemos que podemos fomentar la bicicleta, el transporte público o los trayectos en vehículo compartido.


El cambio empieza en uno mismo y algún día seremos nosotros los que realicemos campañas de concienciación, dirijamos grandes compañías o ¿por qué no? Seamos los señores y señoras que tomen las decisiones. Y entonces sí, sepamos hacerlo bien.




sábado, 18 de enero de 2014

Capitalismo. Causa y consecuencia.


Llevo un tiempo dándole vueltas a esta cuestión. Cada vez que me he dispuesto a interpretar el mundo he partido de la idea de que el sistema capitalista era la causa de todos los males que azotaban el planeta.
La destrucción del medio ambiente se debe fundamentalmente al afán desmedido de lucro por parte de las grandes empresas. Y esto no solo afecta a la devastación de nuestro entorno, sino que trae consecuencias a los propios seres humanos. El efecto invernadero, la destrucción de la capa de ozono, la contaminación de las aguas, la tala masiva de hectáreas de bosque, el agotamiento de los recursos y las enfermedades derivadas de la contaminación ambiental son solo algunos de los ejemplos que ya estamos sufriendo en primera persona.

El capitalismo tiene como finalidad obtener el máximo beneficio en el mínimo periodo de tiempo posible, repartiendo posteriormente dicho beneficio entre los pocos dueños de las grandes corporaciones y contribuyendo así a la concentración de la riqueza. Para ello, se explota al trabajador y se eliminan costes de producción a través de la deslocalización o pasando por encima de la justicia ambiental.

Este gigante se alimenta de la fantasía de que todos pueden tener tanto como el que más tiene, algo completamente falso por la propia logística del sistema. Y a partir de esto construye una estructura de valores que se rigen básicamente por el poder económico, todos los valores sociales quedan relegados ante este, y se convierte en la única pieza que determina el resto de la maquinaria.



Pero ¿habría opción de que las cosas fueran de otra forma?

¿Ha sido el capitalismo realmente la elección final del ser humano? ¿La materialización de sus deseos primarios? Si nos diesen la oportunidad de volver a empezar a construir una sociedad, ¿llegaríamos al mismo punto? ¿Es el ser humano impulsado, por su propia naturaleza, a predominar uno sobre otro? ¿Acabaríamos siempre buscando el beneficio propio a costa de los demás? ¿Volveríamos a caer en la ambición y el ansia de poder por encima de los derechos del resto?  Frente a estas preguntas me atormentaba pensar en la desesperanza que me abordaría en el caso en que mi reflexión concluyera  con un gesto afirmativo. Pero entonces me percaté de que en realidad estaba haciendo una vasta interpretación de la teoría nietzscheana, reduciendo al ser humano a un mero animal sin escrúpulos luchando por convertirse en el más fuerte. Y la realidad demuestra lo contrario.

Muchas han sido las personas que han luchado por el bien común, que han descubierto a este gigante y se han atrevido a enfrentarlo. Y esa fé en las personas hace que el párrafo anterior se caiga por si solo.

Por supuesto que existe otra forma de hacer las cosas. Esta no ha sido la elección final de una sociedad, sino la voluntad de una minoría que se aprovecha de este sistema y que ha conseguido convencer a los demás de que es la única opción viable. El triunfo del capitalismo no se debe a causas naturales sino a un esfuerzo ideológico y un trabajo intelectual de agentes claramente identificables que consiguieron crear el abono con el que hoy se nutren nuestras instituciones, medios de comunicación, políticas y organizaciones.

Consumimos más de lo que nuestro planeta puede soportar. Nos convencemos de que nuestra felicidad está ligada a nuestro nivel adquisitivo. Pisoteamos nuestras motivaciones e ignoramos nuestro talento para ser productivos. Y trabajamos más de lo que nuestro país necesita para crear una plusvalía que no repercute en nosotros.


Entonces, si somos conscientes de todo esto ¿por qué seguimos pensando que es la única opción viable?

En palabras de Susan George “Si reconocemos que un mercado dominante, y que un mundo inicuo no son ni naturales ni inevitables, debe ser posible construir un contra-proyecto para un mundo diferente.” Y lo es.

No resulta tan disparatado creer en una nación que reparta igualitariamente su riqueza. En la que el incentivo sea la realización personal y no el enriquecimiento económico. En la que el talento no se vea coartado por los recursos económicos. En la que el Estado nos proporcionara vivienda, sanidad, educación y salario a cambio de servicios públicos. 
Y con un reparto del trabajo en el que los horarios respondieran a las necesidades reales de la producción necesaria.

Sin embargo cuando mencionamos que un ingeniero cobraría lo mismo que un pintor nos echamos las manos a la cabeza.

No podemos buscar un Estado igualitario si seguimos manteniendo el beneficio económico como el fin fundamental.

En ese Estado utópico una bailarina podría realizarse profesionalmente sin que su nivel económico fuese una traba, siempre y cuando tuviera el talento necesario para ello. Si por el contrario no lo tuviera podría seguir ejerciendo su pasión en un plano personal desempeñando otra función que devolviera los servicios cedidos por el Estado. En cualquiera de los casos podría sentirse realizada como persona manteniendo una buena calidad de vida y aportando algo al sistema.

No niego que la historia esté del otro lado al defender este modelo de sociedad cuando apelamos a regímenes totalitarios, pero debemos ser conscientes de que la historia se construye y nunca es tarde para cambiarla.


Y puede ser que aun todo esto nos resulte utópico y que encontremos miles de razones para creer que nunca llegará a pasar, pero recordando al filósofo y periodista italiano Gramsci: “Contra el pesimismo de la razón, el optimismo de la voluntad.”