martes, 26 de mayo de 2015

La hora del cambio.

Es tiempo de cambio. Las ciudades más cosmopolitas del país han actuado en estas municipales como puntas de lanza señalando el camino, y es responsabilidad de todos y de todas apostar en esa dirección.

Empezamos este proyecto sentados en el suelo, pegados a la tierra. Impulsados por lo que yo ubico en dos pilares: la ilusión y el miedo.

Fuimos nosotros, la juventud dormida, los irresponsables, los que no sabían, los que capitaneábamos el equipo de la ilusión.


Pero nos ganó el miedo. Y volvieron las oscuras golondrinas de Bécquer disfrazadas de gaviotas sedientas de poder.

Esa fue nuestra lección. Aprender que el miedo solo trae desesperanza, y que es una herramienta útil y peligrosa para quien sabe manejarla.

Parece ser que después de dejar nuestra tierra en manos de terratenientes de carácter ruín y lastimero, hemos aprendido que el miedo no es un buen compañero.


Hemos dado nuestro voto a favor del cambio, hemos apostado por la ilusión y hemos puesto nuestra confianza en los nuestros. En la gente de a pie, en los que no se ahogan con corbatas y  por fín, en las mujeres.

Los efectos de la movilización empezaron a verse en las Europeas con el subidón de Podemos, y he de añadir que aunque mi confianza en ellos está aún por definir, me llena de alegría cada una de sus victorias.

Debemos ser positivos, pero nunca ingenuos. Son muchos los que aun tienen miedo al cambio, lo vimos en las Andaluzas y lo hemos vuelto a ver en muchos municipios.  Los gordos caen, pero caen despacio.


Vamos haciendo contrapeso, vamos cediendo la balanza y echándole fuerza a este pulso. Pero no podemos relajarnos. Porque este país no puede permitirse que el miedo nos gane de nuevo.